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Esta es la tapa virtual

Esta es la tapa virtual

lunes, 28 de septiembre de 2020

La quintaesencia de las enseñanzas de la novela

Sri Aurobindo: La vida espiritual avanza mediante un cambio de conciencia… Este cambio de conciencia es lo que persigue el buscador espiritual.

Padre Bede Griffiths: Hay que recobrar el sentido de lo sagrado, del significado central de la vida.

Sri Ramakrishna:  Todas las religiones conducen a Dios.

Swami Vivekananda: El maestro no es alguien que habla, sino alguien que transmite fuerza espiritual.

Sri Ramana Maharshi: La Conciencia absoluta es nuestra real naturaleza.

La India de la novela y la India de ahora


Esta foto es gentileza de Aroon_Kalandy, usuario de Flickr, y está bajo una licencia Creative Commons 

 
   La  novela transcurre entre los años 1982 y 1983. Fue durante esos años que viajé por la India, y por eso está ambientada en esa época, porque quise ser fiel a mis recuerdos. Claro que para escribir la novela tuve que refrescarlos, y para eso consulté libros, busqué en páginas de Internet, vi películas y fotos. 

   Mi primera reacción al investigar, fue sentir que India es bastante diferente ahora de lo que era en aquellos años. Pero curiosamente, después de esa primera impresión (que no es equivocada en algunos aspectos), llegué a la conclusión de que ese cambio no es tan grande, no al menos en lo esencial. Hay diferencias en lo económico y está el desarrollo de una pujante clase media, pero sigue habiendo miles de millones de pobres (muy pobres), y aunque prosperen centros comerciales y locales elegantes para esa clase media, los pobres solamente los pueden mirar de lejos. 
  Hay también cambios en la cultura y la información, pero esos cambios son parte del fenómeno de globalización del planeta, y no corresponden a la India en particular, sino a todos los países del mundo. El teléfono móvil, Internet, los aparatos de televisión, están en todos los continentes y al alcance de casi todos. Y eso permite el completo acceso a la información. 
  Y supongo que esa mayor información está detrás de la creciente occidentalización de India en ciertos aspectos culturales. Hay, por ejemplo, una tendencia a la modernización respecto a tradiciones y normas muy estrictas y ancestrales, que nosotros los occidentales etiquetaríamos como represivas. Hay también, aparentemente, una mucho mayor libertad sexual. Aunque esto último de un modo bastante oculto: existe, pero no se habla demasiado de ello, tratando de ignorarlo.  Hay, en suma, una mayor tolerancia y mayores libertades, aunque éstas crecen de un modo más ligero y lento de lo que muchos querrían. Un ejemplo es el matrimonio arreglado por las familias, que si bien ha cambiado parcialmente en su modalidad, sigue siendo la usanza que prevalece (a esto me referiré en otro post).
  En los años ochenta estos cambios no se veían en la India. La creciente occidentalización y liberalización en las costumbres que India experimenta hoy en día era mucho menor. Como un dato anecdótico, diré que hoy es común ver (en las ciudades) a las mujeres, sobre todo a las jóvenes, vestidas de un modo occidental y con un corte de cabello moderno, mientras que cuando yo estuve, iban vestidas casi sin excepción con sus vestimentas tradicionales: el sari y el salwar kameez. Y su peinado también era el tradicional: o una larga trenza o recogido con un rodete en la nuca. 
  En cuanto a su espiritualidad y religiosidad, que es sin duda el rasgo distintivo de este país, creo que en esencia no ha cambiado. Quizás haya más gente joven que no cree en nada, pero ese ateísmo ya existía en la India de los ochenta y mucho antes también, y solía ir acompañado por un compromiso con las ideas políticas de izquierda. Pero me parece que siguen predominando los creyentes, incluso entre los jóvenes. Creyentes que continúan honrando sus tradiciones religiosas, del mismo modo que lo hacían en la época de mi viaje.   
  Por eso, he llegado a la conclusión de que la India de la novela no es tan diferente a la India de ahora, sólo que ahora hay cyber cafés y casi todas las personas caminan con sus teléfonos celulares a cuestas. 

martes, 15 de septiembre de 2020

Llegar a la India...


Todo es desconcertante… hasta que te acostumbras

   El primer capítulo de la novela, que relata la llegada de la protagonista a la India, es muy autobiográfico. Las impresiones del personaje son un calco de las mías y las anécdotas son todas verdaderas. Llegar a la India por primera vez es impactante, porque es un país muy distinto y todo el tiempo suceden cosas insólitas, que nos asombran y, a veces, nos abruman…. Muchos viajeros occidentales se irritan, otros lo toman con humor, pero siempre lo que sucede nos tiene en ascuas, hasta que nos acostumbramos. 
   Mi primer mes en la India fue bastante incómodo y traté de transmitir esas impresiones en la novela. No pude evitar un fuerte rechazo por ciertos aspectos de la India (concretamente de Delhi), como el caos, el ruido, la mugre y otros, que me resultaban insoportables. Lo curioso fue que, como viajaba sola, pensaba que ese estado de incomodidad solamente me ocurría a mí. Luego, al conocer a otros viajeros y saber lo que sentían (en esos tiempos no había Internet ni blogs que contaran como es viajar por la India), me tranquilicé, al comprobar que a todos o a casi todos les pasaba lo mismo. Incluso supe de gente que no lo toleraba y se tomaba un avión de regreso a los pocos días. 
   Las anécdotas que aparecen en ese capítulo (y en otros), por muy insólitas que parezcan, son verdaderas y las experimenté.
  Como muestra aquí va una (fragmento del capítulo 1):

 "Mis paseos me llevaban de un asombro al otro, porque casi todo era desconcertante, insólito, inaudito… No me sentía en otro país, me sentía en otro planeta. Y creía, después de haber visto al vendedor de comida.........,  que nada iba a desconcertarme más que eso. Pero me equivocaba…
  Una tarde entré en una tienda de objetos varios: regalos, cerámica, estatuillas... En el primer momento no vi a nadie, la tienda parecía vacía… Y estaba empezando a mirar las mercancías, que se amontonaban en los estantes detrás del mostrador, cuando desde el suelo una voz masculina me preguntó qué buscaba. 
  El hombre estaba tirado en el suelo, al costado del mostrador central, apoyando la cabeza en uno de sus brazos. Tenía cara de dormido, y levantó la cabeza apenas un poco para atenderme. Cuando le dije lo que buscaba me respondió que preguntara en la tienda contigua, porque ellos no lo tenían, y sacando el brazo que le servía de almohadón, dio media vuelta y volvió a acomodarse, cerrando los ojos con una sonrisa de placidez.
   Me llevó varios días no estallar en carcajadas cada vez que recordaba al tendero acostado en el suelo, atendiéndome desde allí." 

   Creo que por lo general la India provoca reacciones extremas: o la amas de entrada, a pesar de las incomodidades, o la rechazas totalmente y te vas. 
   En mi caso, esas molestias no impidieron que sintiera fascinación por ella. Además, con el correr de los días uno se acostumbra. Y empieza a sentir que tiene que adaptarse. Claro que cuando estaba en un ashram todo era diferente, pero cada vez que tenía que trasladarme de un sitio a otro, inevitablemente aparecían las dificultades.
   Pero me acostumbré, me adapté, y terminé amando todo. Porque si te atrae la  espiritualidad de la India, no puedes evitar amarla. Allí, el contacto con lo sagrado es tangible, natural y cotidiano. Reconforta. Es como entrar en otro espacio, y ese espacio es maravilloso, a pesar de las incomodidades. 
   
Esta foto es cortesía de Sandeepachetan, usuario de Flickr, y está bajo una licencia Creative Commons