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Esta es la tapa virtual

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martes, 15 de septiembre de 2020

Llegar a la India...


Todo es desconcertante… hasta que te acostumbras

   El primer capítulo de la novela, que relata la llegada de la protagonista a la India, es muy autobiográfico. Las impresiones del personaje son un calco de las mías y las anécdotas son todas verdaderas. Llegar a la India por primera vez es impactante, porque es un país muy distinto y todo el tiempo suceden cosas insólitas, que nos asombran y, a veces, nos abruman…. Muchos viajeros occidentales se irritan, otros lo toman con humor, pero siempre lo que sucede nos tiene en ascuas, hasta que nos acostumbramos. 
   Mi primer mes en la India fue bastante incómodo y traté de transmitir esas impresiones en la novela. No pude evitar un fuerte rechazo por ciertos aspectos de la India (concretamente de Delhi), como el caos, el ruido, la mugre y otros, que me resultaban insoportables. Lo curioso fue que, como viajaba sola, pensaba que ese estado de incomodidad solamente me ocurría a mí. Luego, al conocer a otros viajeros y saber lo que sentían (en esos tiempos no había Internet ni blogs que contaran como es viajar por la India), me tranquilicé, al comprobar que a todos o a casi todos les pasaba lo mismo. Incluso supe de gente que no lo toleraba y se tomaba un avión de regreso a los pocos días. 
   Las anécdotas que aparecen en ese capítulo (y en otros), por muy insólitas que parezcan, son verdaderas y las experimenté.
  Como muestra aquí va una (fragmento del capítulo 1):

 "Mis paseos me llevaban de un asombro al otro, porque casi todo era desconcertante, insólito, inaudito… No me sentía en otro país, me sentía en otro planeta. Y creía, después de haber visto al vendedor de comida.........,  que nada iba a desconcertarme más que eso. Pero me equivocaba…
  Una tarde entré en una tienda de objetos varios: regalos, cerámica, estatuillas... En el primer momento no vi a nadie, la tienda parecía vacía… Y estaba empezando a mirar las mercancías, que se amontonaban en los estantes detrás del mostrador, cuando desde el suelo una voz masculina me preguntó qué buscaba. 
  El hombre estaba tirado en el suelo, al costado del mostrador central, apoyando la cabeza en uno de sus brazos. Tenía cara de dormido, y levantó la cabeza apenas un poco para atenderme. Cuando le dije lo que buscaba me respondió que preguntara en la tienda contigua, porque ellos no lo tenían, y sacando el brazo que le servía de almohadón, dio media vuelta y volvió a acomodarse, cerrando los ojos con una sonrisa de placidez.
   Me llevó varios días no estallar en carcajadas cada vez que recordaba al tendero acostado en el suelo, atendiéndome desde allí." 

   Creo que por lo general la India provoca reacciones extremas: o la amas de entrada, a pesar de las incomodidades, o la rechazas totalmente y te vas. 
   En mi caso, esas molestias no impidieron que sintiera fascinación por ella. Además, con el correr de los días uno se acostumbra. Y empieza a sentir que tiene que adaptarse. Claro que cuando estaba en un ashram todo era diferente, pero cada vez que tenía que trasladarme de un sitio a otro, inevitablemente aparecían las dificultades.
   Pero me acostumbré, me adapté, y terminé amando todo. Porque si te atrae la  espiritualidad de la India, no puedes evitar amarla. Allí, el contacto con lo sagrado es tangible, natural y cotidiano. Reconforta. Es como entrar en otro espacio, y ese espacio es maravilloso, a pesar de las incomodidades. 
   
Esta foto es cortesía de Sandeepachetan, usuario de Flickr, y está bajo una licencia Creative Commons

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